Los Poderes del Estado se enfrentan a causa de unos Gitanos en Rello

Vista de la villa desde el oeste, mostrando la muralla circundante sobre un fondo de nubes

Una vez mas nos convertimos en unos noticieros de la crónica de sucesos local, eso sí, con mucho retraso con respecto a cuando se produce la noticia. En este caso el hecho que narramos ocurrió en 1678, por lo que espero que nadie reclame diciendo que hay que esperar a que se levante el secreto del sumario, que está sub iudice, etc. ¡A pesar de la fama de lenta que tiene la Justicia, es de suponer que este caso sí se resolvió! Y eso que implicó un enfrentamiento entre las dos principales jurisdicciones de la época, la Civil y la Eclesiástica, y con un Rey (Carlos II) que tenía fama de piedad desmedida.

En la interpretación de los hechos me tomaré las mínimas licencias para suplir las carencias del documento que manejamos [1], pues el registro de los hechos que contiene pone el énfasis en el conflicto de jurisdicciones y no en los datos humanos que mas nos interesarían .

La acción se sitúa en Rello, una bonita localidad situada en la actual provincia de Soria, comunidad de Castilla-León, situada en una zona cargada de historia. Su peculiar encanto le viene de ser una villa totalmente cercada de muros, que conserva relativamente bien sus murallas, no así su castillo. En la historia que pasaremos a narrar, intervienen personajes de distintas localidades, que pasaremos a situar en un mapa, así como la distancia que les separa de Rello en línea recta.

Plano con la situación de los pueblos mencionados en el proceso. Asi se puede apreciar que Miedes, Romanillos y Barcones son pueblos cercanos a Rello, encontrándose alejada Sigüenza y en mayor medida Villacorta Barcones 7 km
Romanillos 14 km
Miedes 20 km
Sigüenza 30 km
Villacorta 50 km

Estamos a finales de noviembre de 1678 y a juzgar por el clima presente, debía hacer bastante frío. El sacristán de la parroquial de Miedes y modesto vecino de este pueblo, Francisco Duro de Obregón, juez de comisión de la Santa Hermandad, recluta en su pueblo y en los vecinos Romanillos y Barcones gente armada (cuadrilleros) para ir a detener unos delincuentes en la cercana villa de Rello. Afirma obedecer órdenes secretas recibidas directamente de la Santa Hermandad Vieja de Ciudad Real, casi con toda seguridad para darse importancia y sentirse amparado por alguien o algo.

Una de las antiguas puertas de la villa, un torreón con arco apuntado y barbacana, que obliga a girar en ángulo recto para entrar, una medida frecuente para dificultar los asaltos

El objetivo eran unos gitanos que se habían visto merodeando la iglesia de Rello. Según revelará Francisco Duro en el proceso, estaban acusados de bandolerismo, esto es robos con violencia y homicidios, cifrando estos últimos -con evidente exageración- en un centenar. Vamos, lo que se dice unos serial killers de la época si hemos de creerle. Y en todo caso, quizás reconociendo que de los cargos contra los gitanos no tenía noticias, afirma que simplemente por el hecho de ser bandoleros, ya les hacía acreedores a ser condenados a galeras.

Una pieza artillera procedente del castillo, aprovechada hoy como rollo o picota del pueblo
El rollo en la plaza, erigido como símbolo de autoridad municipal, aunque realmente se trata de una pieza de artillería de hierro forjado del siglo XVI

Las Hermandades como cuerpos de policía rural tienen una presencia muy larga en la historia española: desde el año de 1085 hasta su definitiva disolución en 1835. Una de ellas era la Santa Hermandad Vieja, fruto de la fusión de hermandades anteriores, cuya definitiva ordenación había sido conferida mediante Carta de Hermandad dada en Burgos en 1315, y en la que se hacía extensiva su jurisdicción a todo el reino de Castilla. Debería haber desaparecido con la fundación por los Reyes Católicos de la Santa Hermandad Nueva, con jurisdicción sobre los reinos de las Coronas de Castilla y Aragón. Las hermandades tradicionales estaban sujetas a los dictados de la oligarquías locales, con continuos conflictos de competencias y corrupción generalizada, por lo que su eficacia e imparcialidad fueron siempre motivo de preocupación. Los Reyes Católicos, en su afán de cercenar los abusos de la nobleza local, evitando el subsiguiente vacío de poder, crearon una nueva hermandad unificada para todos los dominios de la Corona, la Santa Hermandad Nueva, que corrigiese los inveterados defectos de las anteriores, teniendo una corta pero eficaz existencia. Sin embargo, en breve espacio de tiempo desapareció, al volver las viejas oligarquías a tomar el control de los territorios, fragmentando a su conveniencia las jurisdicciones y volviendo las antiguas e ineficaces hermandades a ocupar su puesto.

Además de los abusos propios de los poderes locales, en las zonas rurales sus habitantes eran frecuentemente víctimas de actos delictivos y crímenes, cometidos muchas veces por bandas de bandoleros itinerantes que disponían de refugios seguros desde donde reponían fuerzas y planificaban sus ataques. Los miembros de la Santa Hermandad actuaban en grupos de cuatro, denominándose por ello cuadrilleros, de un modo semejante a las actuales parejas de la Guardia Civil. La Santa Hermandad procuraba tener un número mínimo de efectivos repartidos por las distintas poblaciones, que como nuestro caso demuestra, no siempre eran personas ricas o influyentes en los pueblos donde residían, y la coordinación de estos efectivos se nos antoja algo difícil. Era por ello que su intervención en los sucesos solía ser tardía y a veces contraproducente, dando lugar incluso al dicho de a buenas horas mangas verdes, pues iban ataviados con un chaleco o coleto de piel sin mangas y una camisa de color verde. En numerosas ocasiones las víctimas de robos y atropellos se veían en la tesitura de tener que probar su inocencia, ante unos aldeanos que se sentían crecidos por la autoridad que se arrogaban, por lo que autores como Cervantes emplean su ironía sobre dicha institución policial en varias de sus obras. Así, en Persiles y Sigismunda, que data de 1617 [2] se nos ofrece un retazo de una de sus actuaciones:

[los protagonistas examinan el cadáver de un hombre que ha muerto ante sus ojos] estando haziendo este escrutinio, parecieron, como si fueran llouidos, quatro hombres, con ballestas armadas, por cuyas insignias conocio luego Antonio el padre que eran quadrilleros de la Santa Hermandad, vno de los quales dixo a vozes:

-¡Teneos, ladrones, homicidas y salteadores! No le acabeis de despojar, que a tiempo soys venidos en que os lleuaremos adonde pagueys vuestro pecado.

-¡Esso no, vellacos! -respondio Antonio el moço-. Aqui no ay ladron ninguno, porque todos somos enemigos de los que lo son.

-Bien se os parece, por cierto -replicó el quadrillero-. El hombre muerto, sus despojos en vuestro poder, y su sangre en vuestras manos, que sirue de testigos vuestra maldad. Ladrones soys, salteadores soys, homicidas soys; y como tales ladrones, salteadores y homicidas, presto pagareis vuestros delitos, sin que os valga la capa de virtud christiana con que procurays encubrir vuestras maldades, vistiendoos de peregrinos.

A esto le dio respuesta Antonio el moço con poner vna flecha en su arco, y passarle con ella vn braço, puesto que quisiera passarle de parte a parte el pecho. Los demas quadrilleros, o escarmentados del golpe, o por hazer la prision mas al seguro, voluieron las espaldas, y, entre huyendo y esperando, a grandes vozes apellidaron:

-¡Aqui de la Santa Hermandad! ¡Fauor a la Santa Hermandad!

Y mostrose ser santa la Hermandad que apellidauan, porque en vn instante, como por milagro, se juntaron mas de veinte quadrilleros, los quales, encarando sus ballestas y sus saetas a los que no se defendian, los prendieron y aprisionaron, sin respetar la belleza de Auristela ni las demas peregrinas, y con el cuerpo del muerto las lleuaron a Caceres, cuyo corregidor era vn cauallero del hábito de Santiago, el qual, viendo el muerto y el quadrillero herido, y la informacion de los demas quadrilleros, con el indicio de ver ensangrentado a Periandro, con el parecer de su teniente, quisiera luego ponerlos a question de tormento, [....]

Puerta de la iglesia parroquial de Rello Un par de cráneos procedentes de los enterramientos del cementerio inmediato a la iglesia parroquial
Portada de la iglesia, reconstruida en el siglo XIX Por si había alguna duda de que se tratase del cementerio.....

Así, el mismo día en que había concentrado sus fuerzas la Santa Hermandad -un 24 de diciembre- a eso de las dos de la tarde, los cuadrilleros cayeron sobre los confiados gitanos que se encontraban en torno a la iglesia de Rello. El lector se preguntará ahora que fugitivos mas extraños que parecen estar perdiendo el tiempo en la iglesia en vez de salir huyendo y esconderse: nada mas lejos de la realidad. En Rello a lo que parece había un barrio gitano (si interpretamos "gitanía" por gitanería), al cual habrían llegado posiblemente animados por Francisco Fernández, el cual era natural del lugar y por lo tanto pensaba que allí encontrarían apoyos para escapar de la Justicia. Sin embargo algo debieron recelar para mudar el plan, dirigiéndose a la iglesia y acampando en sus alrededores. Este gesto denota que se temían lo peor y ya tenían previsto invocar sagrado, pero las cosas no salieron como pensaron.

Vista de una de las calles de Rello, con la iglesia parroquial al fondo
Calle del pueblo con la iglesia al fondo

Tan confiados estaban, que uno de ellos se fue tranquilamente al río con las cabalgaduras del grupo para darlas de beber. En dicho momento sus compañeros fueron apresados, no sirviéndoles de nada las reiteradas protestas y gritos de Iglesia, Iglesia que profirieron. Fueron encadenados y montados en cabalgaduras, disponiéndose los cuadrilleros a partir, cuando casualmente se encontraron con el gitano que volvía de abrevar a los jumentos. Este fue inmediatamente apresado, y subido a una montura, pero al pasar cerca de la espadaña de la iglesia se arrojó de ésta y encadenado y a gatas, intentó acercarse lo mas posible a la espadaña, siendo rápidamente apresado. A propuesta de Francisco Duro los detenidos fueron conducidos a la casa del alguacil mayor de Rello, como improvisada cárcel, donde permanecieron dos días, hasta que el día 26, aprovechando que era bien entrada la noche (siete de la tarde), fueron sacados de allí, pues a lo que parece algunos vecinos de la villa provocaban alborotos y la prisión no parecía segura. De allí fueron conducidos hasta la ciudad de Guadalajara, donde ingresaron en la Cárcel Real.

A partir de aquí se precipitan los acontecimientos. La Santa Hermandad tenía instrucciones concretas de ignorar las peticiones de acogerse a sagrado de los gitanos. Sin embargo, debido al apoyo que los fugitivos parecían tener en Rello, se mueven influencias para involucrar a la autoridad eclesiástica, siempre celosa de sus prerrogativas, y enfrentarla con la Justicia Civil, representada en el sacristán de Miedes. A éste se le cae el mundo encima, como se suele decir. Era un pobre hombre, que se arroga todos los títulos que puede (juez de comisión de la Santa Hermandad Vieja de Ciudad Real), pero que para la maquinaria legal era presa fácil. Atendiendo al comentario cínico de que poseía poca fortuna y por lo tanto no le importaría darse a la fuga, el Juez Eclesiástico decretó su arresto, el embargo de sus bienes y de paso le excomulgó. También se fulminó la excomunión contra el regidor perpetuo de la ciudad de Guadalajara, al negarse a devolver a los reclusos a la iglesia de Rello. Sin embargo, éste último no era ningún sacristán en un pueblo perdido y apeló al Rey, pidiendo auxilio para la Justicia Seglar, y la respuesta de éste fue contundente.

Para nuestros fines, es de lamentar que no se recogiese el testimonio de los gitanos capturados, tal y como era la práctica habitual en los procesos de inmunidad eclesiástica, pues el regidor de Guadalajara no accedió a ello. Ello nos priva de un punto de vista caló de la historia.

Es importante hacer notar que la Iglesia tenía un status jurídico propio que la concedía jurisdicción sobre múltiples materias, y prerrogativas tales como tener jurisdicción plena sobre los delitos cometidos en sus posesiones o por miembros del Estado Eclesiástico, siendo estas legislaciones una herencia del Medievo, pues similares sistemas legales paralelos de una autonomía que se nos antoja ahora enorme habían sido consentidas en épocas pasadas, como en el caso de los judíos españoles. Sin embargo, poco a poco el poder civil iba restringiendo dichos privilegios, lo que hacía que incidentes de tipo menor como el que nos ocupa derivaran a mayores. En el momento de los hechos narrados, ocupaba la silla episcopal de Sigüenza Fray Tomás Carbonel, el cual paradójicamente acababa de cesar a petición propia como Predicador de su Majestad. El nuevo obispo se encontraba visitando la diócesis para la cual había sido nombrado poco antes, por lo que había nombrado en su ausencia como Gobernador y Provisor General de su obispado a Juan José Monreal y Sarriá, que será el que circunstancialmente se convierta en "contrincante" de Carlos II.

Retrato del rey Carlos II de Austria, por Claudio Coello Retrato de Carlos II de Austria, por Claudio Coello (Madrid, 1642-1693)

El Rey, a través de la Real Cancillería de Valladolid, actúa enérgicamente y exige a la Autoridad Eclesiástica de Sigüenza que levantase las censuras y embargos impuestos a los representantes de la Justicia Real. Y para hacer mas convincentes sus argumentos, amenazaba con fortísimas multas en caso de desobediencia. Visto lo firme de la respuesta dada por la Justicia Seglar, el Tribunal Eclesiástico de Sigüenza decidió plegar velas y rápidamente levantar las censuras y penas que tenía impuestas.

En 1695 y bajo su reinado se publica una pragmática muy severa contra el modo de vida itinerante de los gitanos, imponiendo medidas para forzar su sedentarización e integración en la sociedad, que resultarían ineficaces, como todas las anteriores.

Así acabaría este enfrentamiento, que no sería el último ni muchísimo menos, pues hasta mediados del siglo XVIII se suceden las resistencias eclesiásticas a la progresiva pérdida de sus derechos, que aunque hoy nos puedan parecer peregrinas, son una fuente interesantísima de información sobre la vida cotidiana de aquel tiempo. Espero que este texto haya permitido insuflar algo de vida a las calles de una localidad tan interesante.

Anexo

Tabla con los protagonistas -casi todos a su pesar- del suceso

Juan de Romanillos vecino/regidor de Romanillos y alcalde de la Santa Hermandad. Acompaña a Francisco Duro tras ser requerido por éste.
Francisco Duro de Obregón vecino de Miedes y juez de comisión de la Santa Hermandad Vieja de Ciudad Real. Pide cuadrilleros en Miedes y Barcones para prender gitanos en Rello. Se nos informa de que era sacristán en la parroquia de su pueblo. Excomulgado y embargados sus bienes.
Francisco Montero párroco de Miedes
Juan José Monreal de Sarriá Gobernador y Provisor del Obispado de Sigüenza
Antonio de Hierro y Herrera regidor de la ciudad de Guadalajara. Excomulgado
Francisco García gitano preso
Francisco Fernández gitano preso, natural de la villa
Antonio Alvarado gitano preso

Medidas contra los gitanos tomadas en Sigüenza

Estimado lector: para complementar estos datos, te ofrezco otros similares ocurridos en la propia Sigüenza, para que puedas complementar y comparar.

Referencias

[1] Rello. Inmunidad. Año de 1678. Sobre inmunidad por aver extrahido de la Yglesia de Rello a unos Gitanos Archivo Histórico Diocesano de Sigüenza

[2] Miguel de Cervantes Persiles y Sigismunda, Capitvlo qvarto del tercero libro [edición publicada por Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla] / Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra. ( http://cervantesvirtual.com)

[3] Actas del Concejo. Legajo 28. folio 420. 5 de junio de 1625. Gitanos. Archivo Municipal de Sigüenza

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